Remójate, pero con cabeza

En Salvament Aquàtic les ofrecemos a continuación una interesante reflexión a cargo de un prestigioso pediatra cartagenero, el doctor Andrés Nieto Conesa.
Llega de nuevo otro verano, y mucho calor, a pesar del cambio climático; y el calor intenso sabemos que se aplaca con buena hidratación, interna y externa. La exposición intensa al sol no es nada buena, especialmente en las horas intermedias del día, digamos que desde la una del mediodía hasta las cinco de la tarde, más o menos. En otras horas del día tampoco es bueno hacer una exposición prolongada al sol, porque eso tiene efectos metabólicos sobre nuestro organismo, llegando a provocar el llamado “golpe de calor”, con deshidratación, que puede conducir al shock e incluso tener consecuencias fatales para la vida.
La hidratación interna en la época veraniega, se hace mayormente cuando se está al aire libre, o se hace ejercicio, que por cierto hay que tener una precaución especial en realizar deporte excesivo en condiciones de temperatura elevada y sobre todos expuestos a pleno sol. Una advertencia que escuchaba el otro día, comentando el fallecimiento de un deportista que había bebido agua muy fría tras un ejercicio intenso, me hacía recordar aquellos consejos de nuestras madres cuando éramos pequeños y llegábamos de jugar al fútbol, sudorosos y taquicárdicos, y nos decían que no bebiéramos agua helada del frigorífico porque era malo. Efectivamente puede provocarse, en escasas ocasiones afortunadamente, un cuadro de sincope vasovagal y desmayo con pérdida de conciencia, pero es bastante raro que eso pueda provocar la muerte. En personas con problemas cardiacos de arritmias, insuficiencia coronaria, intervenidos de corazón, podría provocarse una arritmia y tener consecuencias más nefastas. Esto le ocurre a algunas personas cuando toman granizado bastante frío, produciéndose extrasístoles al pasar esa bebida por el esófago que está justo detrás del corazón.

Por lo tanto, para la hidratación por dentro hay que beber agua, refrescos y otros preparados con sales minerales y glucosa. Pero también es importante la hidratación por fuera, es decir remojar e hidratar la piel para disminuir la temperatura corporal. En todo caso, todas las precauciones son pocas para pasar un verano tranquilo, para disfrutar de la playa y la piscina, y no alterar el ritmo vacacional. Sabemos que hay piscinas privadas y piscinas comunitarias. Unas y otras pueden ser igual de peligrosas, a pesar de que en las segundas se contrate habitualmente a un socorrista que vigila a los bañistas. Lo mismo ocurre en el mar, todos los años hay un importante número de fallecimientos en nuestras costas, a pesar de la existencia de vigilantes y socorristas y de avisos de peligro que normalmente alguna gente se salta a la torera.
De modo que, para los padres, para los jóvenes mayorcitos, para los encargados de las piscinas y socorristas, un simple consejo: es mejor la prevención que el tener que avisar a los servicios de emergencia y realizar la reanimación de un ahogado con los problemas que esa situación límite puede conllevar, de forma inmediata y a medio plazo. Yo diría a los padres que cuando hay que poner especial atención es cuando los niños van a casa de amigos, familiares o vecinos, que tienen piscina en casa. En ese caso, la precaución debe ser extrema. El niño está en un lugar que no es el suyo habitual, la piscina puede estar sin valla o sin puerta de acceso, o con la puerta pero no cerrada, y eso crea una situación de conflicto que nos puede dar un buen susto.
En caso de ir los niños a bañarse a piscina, especialmente en un sitio diferente al suyo habitual, los padres o cualquier otro adulto deben estar atentos en todo momento. Al igual que cuando amigos de los niños vienen a bañarse a la piscina de casa, y sobre todo si los mayores están de fiesta o entretenidos conversando y tomando un refresco a la sombra. NO SE PUEDE DEJAR NUNCA A LOS NIÑOS SOLOS EN LA PISCINA. Esto es un axioma que debería ser ley para el asunto del baño. Nunca, nunca, debería estar un grupo de niños bañándose sin la supervisión continua de un adulto. Algo muy sabido, pero muchísimas veces no realizado. Cuando hay un grupo de niños, seis o siete, por ejemplo, saltando, chapoteando, jugando dentro del vaso de la piscina, haciendo inmersiones, es complicado tenerlos controlados a todos ellos. Pueden pasar unos minutos hasta que nos demos cuenta de que sólo hay cinco arriba en lugar de seis. Y eso supone un valioso tiempo perdido para poder iniciar una reanimación cardiorrespiratoria y que el pequeño se recupere y no queden secuelas importantes. Esa vigilancia continua es el mejor método preventivo para evitar accidentes desagradables.
Otro medio de prevención es ENSEÑAR A LOS NIÑOS A NADAR. Es interesante que acudan a escuelas de natación desde muy pequeños, incluso desde el primer año de vida, para que aprendan a mantenerse a flote o nadar hasta el borde de la piscina. De todos modos, a pesar de que el niño sepa nadar, puede haber problemas durante el baño, como golpearse en la cabeza y tener un traumatismo craneoencefálico con pérdida de conciencia, o presentar una hipoglucemia porque es un niño diabético, padecer un sincope vasovagal por ejercicio intenso o por el agua muy fría, o por haber comido de manera abundante hace poco tiempo, o podría tener una crisis epiléptica, que a veces si es conocido el padecimiento de esa enfermedad pero también puede ser la primera vez que aparezca la crisis, y eso puede provocar que los conocimientos de natación no le sirvan para nada puesto que será necesario rescatarlo cuanto antes e iniciar las maniobras de reanimación.

Todas estas son razones de sobra para saber que bañarse en determinadas circunstancias y condiciones puede ocasionar algún problema, y que la presencia de alguien adulto, siempre que estén los niños solos, es fundamental e imprescindible. Con los adultos puede suceder exactamente igual, incluso con mayor frecuencia y probabilidad. El adulto, sobre todo en edad avanzada, suele tener problemas médicos de distinto tipo. La diabetes, la afectación de columna cervical, epilepsia, toma de medicamentos que tengan efectos secundarios como mareo, somnolencia, etc. Algunos padecerán de insuficiencia coronaria, de arritmias, o están operados tras un infarto, tienen problemas de válvulas cardiacas o padecen de asma bronquial. En estos casos pueden darse fácilmente circunstancias que provoquen una dificultad en el bañista que obligue a rescatarlo y reanimarle.
En el caso de las piscinas comunitarias, la precaución debe ser la misma. La existencia de un socorrista, a pesar de su profesionalidad, no debería hacer que los padres bajasen la guardia cuando sus niños estén disfrutando del agua. En todas las piscinas lo esencial es el vallado de las mismas. Una protección ante los más pequeños, sobre todo menores de 5 años, sin conciencia de situaciones de peligro. La valla con puerta, cerrada con llave o candado, es imprescindible para una seguridad total.
UN TERCER MEDIO DE PREVENCIÓN serían los dispositivos de seguridad que permiten mantener al niño a flote, especialmente para los más pequeños. Los flotadores, los manguitos, espalderas, etc, protegen de una inmersión y de un posible síndrome de ahogamiento. Pero en el caso de que esto ocurra hay que actuar con rapidez. Los segundos cuentan para que el ahogamiento no tenga funestas consecuencias. En el caso de que se produzca el hecho accidental, alguien de los presentes tiene que tomar el mando de dirección y coordinación de las medidas a adoptar. En televisión mostraban hace unos días el ahogamiento de una pequeña que se lanzó a la piscina con el flotador, pero cayó de cabeza y no podía darse la vuelta. La hermana mayor que estaba cerca de ella se lanzó a rescatarla, y de todos modos tuvieron que hacerle maniobras de reanimación y traslado e ingreso en hospital.
En todos los casos de situación de urgencia vital, lo primero que debe hacer el que haya advertido el riesgo, es gritar y pedir ayuda. La palabra “socorro”, “ayuda”, pone en alerta a personas que se encuentren cerca en el lugar de los hechos. Esto permitirá que mientras alguien, con más conocimientos de resucitación y reanimación cardiopulmonar, se encarga de asistir al accidentado, alguno de los presentes puede llamar a los servicios sanitarios de emergencia para que acudan cuanto antes. No se debe esperar a ver qué ocurre, cómo reacciona, a ver si el paciente se recupera espontáneamente o no. Hay que avisar al 112 inmediatamente, mientras que se inician las medidas de reanimación. Alguien de los presentes debe erigirse en coordinador de las actuaciones hasta que personal competente y especializado llegue al lugar para prestar atención sanitaria. Ese coordinador espontáneo es el que da las órdenes a los que estén alrededor, sobre modo o ayuda para poner a la persona en posición de seguridad, o en posición para reanimación cardio pulmonar. Pedirá ayuda para hacer la resucitación, en tanto que mientras uno se dedica al masaje cardiaco (de forma diferente según la edad del niño o se trate de un adulto), el otro hará la respiración boca a boca, con un ritmo de 15 0 30 compresiones cardiacas, según la edad, por dos insuflaciones en la boca.